TAREA 18: Mejorar la práctica docente
Como hemos hablado hoy en clase, existen ocho estilos de liderazgo en el aula, de los cuales a servidor le ha salido una predominancia del estilo progresista. Esta visión de la educación parte de la base de que en la instrucción a lo que se debe dar importancia es al proceso educativo en sí y no a la consecución de las metas académicas, concretadas en las buenas calificaciones en los exámenes.
En consonancia con que se hagan primar las personas por encima de las tareas está el hecho de que se potencie el trabajo colaborativo entre los distintos alumnos y que su criterio adquiera más importancia de la que tenía en la educación tradicional autocrática, donde nadie se atrevía a hablar más de la cuenta por miedo al golpe de remo (si esas varas de avellano hablaran...).
Sin embargo, algunos razonablemente pueden pensar que dar libertades al alumnado conduce a que la autoridad del profesor se vea limitada y que, consecuentemente, los estudiantes no presten la atención que deberían a la hora de adquirir conocimientos. Por este hecho, es necesario que, además de valorar las ideas de sus alumnos, el profesor mantenga las distancias con ellos.
Para ilustrar más este equilibrio entre educación progresista e introducción de elementos autoritarios, se me viene a la mente la imagen de un barco. En esta embarcación hay múltiples remeros, mandados por un encargado que, observando el horizonte, conoce el camino más seguro para llegar a puerto y se lo transmite a sus hombres. ¿Alguien acaso pensaría que el encargado es prescindible y que sus propios hombres, con una formación mucho más limitada y unas opiniones muy diferentes entre sí, podrían apañárselas para encontrar la vuelta a casa sin dar rodeos?
El profesor es, por lo tanto, un elemento esencial que debe demostrar que posee la autoridad cuando sea necesario y que es capaz, a la vez, de lograr que sus alumnos se sientan cómodos aprendiendo.
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