TAREA 8: ¿La escuela independiente de mi casa?

Han corrido y todavía corren muchos ríos de tinta acerca de si el Gobierno central de turno ha de tener un control directo sobre los centros de enseñanza o de si, por el contrario, la autonomía de las escuelas debe ser una prioridad. A este duro debate se añade el hecho de que a algunas familias la autonomía de los centros les resulta insuficiente y optan por enseñar a sus hijos las lecciones correspondientes en el hogar. ¿Esta última opción es algo viable o solo es un sueño que tiene más de deseo que de realidad?

Quizás la respuesta a esta pregunta sea una mixta: la educación en casa sería una opción muy válida y posible, solo si los progenitores de la criatura en cuestión contaran con un buen bagaje a sus espaldas que les capacitara para instruir de manera eficaz a sus hijos. Sin embargo, ¿ cómo se podría medir esa supuesta eficacia por parte de los padres ? 

Es ahí, a mi modo de ver, donde reside parte de la dificultad para aplicar este modelo de enseñanza. Mientras que las escuelas e institutos convencionales, sean más o menos dependientes de la administración central, poseen gran cantidad de pruebas, trabajos y proyectos con los que valorar el aprendizaje del alumno, los padres tendrían que recurrir a la imaginación y a una fe ciega en el progreso de sus hijos. 

Por otro lado, está la cuestión de si los padres cuentan con las habilidades docentes suficientes como para dar clase al mismo nivel que un profesor o maestro. Parece, por tanto, lógico que un cierto seguimiento por parte de un centro de enseñanza o de un profesional cualificado en particular podrían ayudar a controlar que la formación sea efectiva. 

A estas complejidades se une otra no menos difícil de solventar: la cuestión de la socialización. Convirtiendo nuestra casa familiar en una escuela estamos haciendo que nuestros hijos pasen más tiempo del necesario en un lugar que, salvo que sea la residencia de Julio Iglesias, no tiene las personas suficientes como para dejar que interactúen y se relacionen socialmente lo suficiente.

Quizás habría que plantearse más bien no si la educación en casa es perjudicial o beneficiosa, sino qué hemos hecho mal los profesores para que más de un padre haya decidido arriesgarse desarrollando un modelo de enseñanza alternativo. Tomando como referencia algunas ventajas objetivas de la enseñanza en casa, aplicar un trato más personalizado y un seguimiento más directo del alumnado, reduciendo la ratio por aula, podría lograr que la enseñanza en las escuelas e institutos fuera notablemente más eficaz. 

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